¡Yo maté a tu padre! by Raf Segrram

¡Yo maté a tu padre! by Raf Segrram

autor:Raf Segrram
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
publicado: 1979-10-03T22:00:00+00:00


CAPITULO V

—Fracasé en lo del filón, pero ¡no importa! ¡Ya lo encontraré! Y si no ése, otro.

—Lo toma con mucha tranquilidad.

—¡Pues claro!

—Se diría que le da lo mismo.

—Así, así. Lo importante es conservar la esperanza. Sin esperanza no hay vida.

Hablaba sonriendo simpáticamente, irradiando optimismo. Junto a él, July le miraba con arrobo.

Se hallaban a la sombra de un árbol, no muy lejano del edificio, descansando de uno de los paseos a pie recomendados por el médico.

No parecía el mismo. Las transfusiones de sangre llevadas a efecto le había salvado la vida, pero la recuperación era lenta y se encontraba débil, demacrado.

Estaba convencido de que Sandy le había pagado con exceso el favor que le hizo, pero éste le prohibió que lo dijera. «En el fondo —le atajó el joven ranchero—, ¡soy yo quien te debe gratitud por la satisfacción que me has proporcionado siéndote útil!» Y replicó Drake: «¡No imaginas cuánto te enaltece hablar así!»

Se tuteaban ya a petición de Sandy.

En el transcurso de poco tiempo notáronse unidos por un lazo de hondo afecto que les hacía desearse las mayores venturas.

Para Arthur aquel sentimiento resultaba natural: había prodigado el bien y, como consecuencia, tenía amigos en todos los lugares donde estuvo; para Sandy, en cambio, era incomprensible, ya que nunca hasta entonces conoció la verdadera amistad.

Algo, no obstante, originaba en medio de todo, cierta aversión del joven Clowney hacia Arthur. Y ese «algo» consistía en las deferencias de July para con éste.

Pasaban juntos las horas, hablando él casi siempre. El tema importaba poco. Referíase unas veces a incidencias de su lucha por arrancar a la tierra tesoros, a sus ilusiones y modo filosófico de encajar los tropiezos, al encanto de los pequeños triunfos, a la fe en el éxito definitivo...; otras describía escenas forjadas en su imaginación, aventuras graciosas, incidentes grotescos...

Daba igual. Lo importante, más que lo que decía era cómo lo decía, su amenidad, las inflexiones del acento, las descripciones justas, el toque emotivo o cómico...

Sandy, contra su voluntad, establecía comparaciones y se veía inferior a su amigo.

No le atormentaba la envidia. Le complacía que todos juzgasen a Arthur un hombre superior. Le complacía que le juzgasen todos así..., menos July.

El que la joven se deleitara oyéndole crispaba sus nervios, agriándole el humor.

Ignoraba el motivo. Se hubiera enfadado con quien dijese que se sentía celoso, pues distaba mucho de admitir que la joven representara algo grande en su vida.

Creía estar convencido de que sólo había cambiado la manera de tratarse, de que eran dos buenos camaradas en vez de enemigos como en los primeros días, sin que la cosa pasase de ahí.

Pero había ratos en que se indignaba al darse cuenta de que July ocupaba sus pensamientos.

Llegó a reprocharse el haberle comprado los vestidos que la mostraban tal cual era: una mujercita deliciosamente formada, subyugadora, llena de atractivos no vislumbrados antes.

Ocasiones hubo en que se dijo que la transformación debíase sólo a la ropa.

Porque la verdad era que la tal transformación existía. Su pelo rojizo, cuidado debidamente, emitía destellos



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